jueves, 25 de noviembre de 2010

El deudor ateniense.

Un ateniense endeudado, apremiado por su acreedor para que le pagara su deuda, le pidió a éste que le concediera un corto plazo con el pretexto de que se hallaba en apuro; mas no logrando convencerle, trajo la única marrana que poseía, disponiéndose a venderla en presencia de su acreedor.
Llegó un comprador preguntando si la marrana era fecunda.
-Tan fecunda es - respondió el deudor- que hasta  es  extraordinaria: en los Misterios pare hembras y en las Anateneas pare machos.
Asombrado el comprador por lo que oyó, el deudor le exclamó:
-¡No te asombres tanto aún, porque esta marrana, además, te dará cabritos en las Dionisíacas!

La desesperación es causa de grandes mentiras.

Pinocho

En una vieja carpintería, Geppetto, un señor amable y simpático, terminaba más un día de trabajo dando los últimos retoques de pintura a un muñeco de madera que había construído este día. Al mirarlo, pensó: ¡qué bonito me ha quedado! Y como el muñeco había sido hecho de madera de pino, Geppetto decidió llamarlo Pinocho.
Aquella noche, Geppeto se fue a dormir deseando que su muñeco fuese un niño de verdad. Siempre había deseado tener un hijo. Y al encontrarse profundamente dormido, llegó un hada buena y viendo a Pinocho tan bonito, quiso premiar al buen carpintero, dando, con su varita mágica, vida al muñeco.
Al día siguiente, cuando se despertó, Geppetto no daba crédito a sus ojos. Pinocho se movía, caminaba, se reía y hablaba como un niño de verdad, para alegría del viejo carpintero.
Feliz y muy satisfecho, Geppeto mandó a Pinocho a la escuela. Quería que fuese un niño muy listo y que aprendiera muchas cosas. Le acompañó su amigo Pepito Grillo, el consejero que le había dado el hada buena.
Pero, en el camino del colegio, Pinocho se hizo amigo de dos niños muy malos, siguiendo sus travesuras, e ignorando los consejos del grillito. En lugar de ir a la escuela, Pinocho decidió seguir a sus nuevos amigos, buscando aventuras no muy buenas.
Al ver esta situación, el hada buena le puso un hechizo. Por no ir a la escuela, le puso dos orejas de burro, y por portarse mal, cada vez que decía una mentira, se le crecía la nariz poniéndose colorada.
Pinocho acabó reconociendo que no estaba siendo bueno, y arrepentido decidió buscar a Geppetto. Supo entonces que Geppeto, al salir en su busca por el mar, había sido tragado por una enorme ballena.
Pinocho, con la ayuda del grillito, se fue a la mar para rescatar al pobre viejecito. Cuando Pinocho estuvo frente a la ballena le pidió que le devolviese a su papá, pero la ballena abrió muy grande su boca y se lo tragó también a él.
Dentro de la tripa de la ballena, Geppetto y Pinocho se reencontraron. Y se pusieran a pensar cómo salir de allí. Y gracias a Pepito Grillo encontraron una salida. Hicieron una fogata.
El fuego hizo estornudar a la enorme ballena, y la balsa salió volando con sus tres tripulantes. Todos se encontraban salvados.
Pinocho volvió a casa y al colegio, y a partir de ese día siempre se ha comportado bien. Y en recompensa de su bondad el hada buena lo convirtió en un niño de carne y hueso, y fueron muy felices por muchos y muchos años.

pinocho cuento

La Oruga y el Caracol.

En un hermoso jardín vivían juntos una oruga y un caracol. ¡Grandes amigos! Estaban siempre juntos. Se
deslizaban por la hierba y juntos, alegres, mordisqueaban las hojitas verde-tierno y los nuevos cohoyos. Llevaban una vida pobre, pero tranquila.

Un día la oruga se sintió pesada ¿estaba enferma?, se le fueron marchitando sus colores y se quedó rígida, fría, inmóvil y como apergaminada. El fiel caracol gritó, despertó y veló a su lado largo rato. El pobre caracol sintió un inmenso vacío en su corazón.
Pero unos días después ¡El gran milagro! de la envoltura de la oruga saló una linda mariposa de miríficos colores. Salió y desplegó sus alas y se elevó, orgullosa, por los aires, entre las flores y las plantas. El caracol, que asistiera atónico al prodigio, sintió un inmenso entusiasmo, una inmensa felicidad por la resurrección del amigo.
Y, aprovechando que la mariposa se había posado sobre una margarita, se le acercó y le dijo repleto de contento:
—¡Amiga oruga, qué hermosa te has vuelto. Me siento lleno de alegría. Si vieras cuánto me asustaste al verte antes y...
La mariposa miró al humilde caracol con desprecio.
—¿Quién eres tú? -dijo-. No creo que nunca nos hayamos conocido. Yo vivo en el aire entre las flores, mientras que tú te arrastras en el lodo, como un gusano. ¿Hace falta que el jardinero te vea para que limpie este jardín de bestezuelas!.
Ofendido el caracol, respondió:
— Esta bien. No nos conocemos. Pero todos en el mundo saben que éramos inseparables amigos cuando tú eres una oruga.
Moraleja: Se conocen de niños y juegan, descalcitos, en el mismo barrio. Son felices hermanos cuando comen el mismo pan de la pobreza. Pero un día, tu amigo, tu compañero, tu hermano tiene un golpe de suerte. Ahora es rico, ahora es fuerte y famoso y, si te le acercas, te desprecia. Eso es cosa corriente. También es corriente que ese tu amigo caiga, se derrumbe y vuelva al barrio y tú... perdónalo. De esas cosas está llena la vida.