jueves, 25 de noviembre de 2010

La Oruga y el Caracol.

En un hermoso jardín vivían juntos una oruga y un caracol. ¡Grandes amigos! Estaban siempre juntos. Se
deslizaban por la hierba y juntos, alegres, mordisqueaban las hojitas verde-tierno y los nuevos cohoyos. Llevaban una vida pobre, pero tranquila.

Un día la oruga se sintió pesada ¿estaba enferma?, se le fueron marchitando sus colores y se quedó rígida, fría, inmóvil y como apergaminada. El fiel caracol gritó, despertó y veló a su lado largo rato. El pobre caracol sintió un inmenso vacío en su corazón.
Pero unos días después ¡El gran milagro! de la envoltura de la oruga saló una linda mariposa de miríficos colores. Salió y desplegó sus alas y se elevó, orgullosa, por los aires, entre las flores y las plantas. El caracol, que asistiera atónico al prodigio, sintió un inmenso entusiasmo, una inmensa felicidad por la resurrección del amigo.
Y, aprovechando que la mariposa se había posado sobre una margarita, se le acercó y le dijo repleto de contento:
—¡Amiga oruga, qué hermosa te has vuelto. Me siento lleno de alegría. Si vieras cuánto me asustaste al verte antes y...
La mariposa miró al humilde caracol con desprecio.
—¿Quién eres tú? -dijo-. No creo que nunca nos hayamos conocido. Yo vivo en el aire entre las flores, mientras que tú te arrastras en el lodo, como un gusano. ¿Hace falta que el jardinero te vea para que limpie este jardín de bestezuelas!.
Ofendido el caracol, respondió:
— Esta bien. No nos conocemos. Pero todos en el mundo saben que éramos inseparables amigos cuando tú eres una oruga.
Moraleja: Se conocen de niños y juegan, descalcitos, en el mismo barrio. Son felices hermanos cuando comen el mismo pan de la pobreza. Pero un día, tu amigo, tu compañero, tu hermano tiene un golpe de suerte. Ahora es rico, ahora es fuerte y famoso y, si te le acercas, te desprecia. Eso es cosa corriente. También es corriente que ese tu amigo caiga, se derrumbe y vuelva al barrio y tú... perdónalo. De esas cosas está llena la vida.

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